jueves, 16 de abril de 2015

CAPÍTULO 9. La hora del final.
A pesar de sentirnos seguros a lo alto de la colina ya que Richard no sabía dónde nos encontrábamos, decidimos hacer guardias por si acaso. A mí me tocó la primera guardia, y para “desgracia” me tocó con Héctor, cuando se durmieron todos, nos quedamos cada uno en un punto del perímetro de guardia, pero quise acercarme a él para solucionar las cosas, pero me rechazó y me dijo que no quería hablar conmigo del tema y que le dejase en paz, yo decepcionada le hice caso y no hablé con él. Claus que lo escuchó y vio todo sacó una sonrisilla y se acercó a mí, cuando ya estaba lo suficientemente cerca me besó y a continuación dijo –Ahora sí que sé lo que te sucede y quería que supieras que aquí me tienes en las buenas y en las malas y me gustaría ser algo más que tu amigo cuando pase todo esto- Tras estas palabras se dirijió a la parte donde estaba anteriormente durmiendo t continuó descansando. Me quedé perpleja y supe que Héctor había presenciado la escena pero no quiso decir nada.
Pasaron dos horas sin ningún tipo de amenaza, pero comenzamos a escuchar gritos que provocaron que se despertaran todos. Los gritos provenían del pueblo, con lo cual nos acercamos rápidamente a echar un ojeada, lo único que veíamos era mucho humo y lo que parecía ser un hoguera. Los gritos no paraban de sonar y cada vez con más frecuencia y más altos. Un grupo de hombres lobos decidieron acercarse para ver de qué se trataba, el resto nos quedaríamos esperando su llegada impacientes porque no entendíamos que, de no oírse nada en el pueblo, prácticamente como si estuviera desierto a oír gritos y a ver una fogata era muy extraño.
Pasó una hora y aún no habían regresado, nuestra preocupación iba en aumento y los gritos no paraban de penetrar nuestros oídos, pero no podíamos mandar a más gente por si les perdíamos. Un cuarto de hora después les vimos aparecer al final de la colina donde nos encontrábamos, pero se desplomaron al suelo, bajamos rápidamente y uno de ellos antes de morir nos contó a duras penas que estaba realizando el sacrificio de une bruja y que les había descubierto y atacado sin pensarlo. Al decir sacrificio de una bruja enseguida pensé que se trataba de  Caroline y que Richard se estaba vengando, y, efectivamente, era ella.
Nos sentíamos culpables de la muerte de nuestros amigos, pero por una parte no pensábamos mucho en ello ya que mañana nos vengaríamos por ellos y nos tendríamos que centrar más en eso. Amaneció nublado y con muy pocos rayos de Sol iluminaban el paisaje, estuvimos preparando todas las armas e hicimos los últimos entrenamientos para enfrentarnos de una vez a aquella persona que la tenía tantas ganas… a Richard.
Comenzamos a descender de la colina y, en cuanto llegamos al pueblo empezaron a rodearnos más vampiros y hombres lobo. Richard nos había tendido una trampa, supongo que sabría que habíamos reclutado a hombre lobo pero… ¿cómo?. Me dirijií hacia él completamente seria y segura y segura de mí misma y añadí –No nos asustas, nos hemos estado entrenando y créeme, no tienes ni idea de las ganas que tenemos todos en acabar contigo-
Él comenzó a reírse e hico un comentario que me sorprendió – No hace falta que os tengáis que vengar todos de mí, os voy a dar la oportunidad de vengaros sin que tengáis que morir y combatir todos, serás tú, April la que se bata en duelo conmigo hay así toda esta gente no tendrá que morir, ¿qué te parece?-
Sorprendida miré a todos y acepté el reto porque una cosa estaba clara, lo que menos quería es que murieran todos por mi culpa, así que por ese motivo acepté. Héctor vino hacia mí corriendo y exclamó -¡No puedes hacer eso! Sabes mejor que nadie que nunca le podrás ganar y que acabarás muriendo tú, no puedo dejarte hacer esto, no quiero que mueras April, yo… te quiero-
Sus palabras fueron lo más bonito que me habían dicho nunca, pero le dije que tenía que hacerlo porque no podía dejar que todos murieran por su culpa sabiendo que les pudo salvar.
Me dispuse a subir a la plaza, ya que ese iba a ser el escenario de la disputa, pero antes de subir Clara me agarró el brazo y me abrazó fuertemente. Pude ver que todos habían ido a apoyarme y que en primera fila estaba Héctor, Clara y Alberto, justo lo que necesitaba ver en esos momentos, pero a pesar de todo lo que había pasado no vi a Claus, cosa que me extrañó mucho.
Una vez estaba arriba Richard comenzó a hablar y dijo –Bienvenidos todos y todas a la mayor disputa que ha visto este pueblo, el juego será limpio, sin ningún tipo de magia ni de ayuda por parte de otra persona, ¿entendido?, dicho esto y con todo aclarado, que comience la lucha- Seguidamente se acercó a mí y se susurró al oído –Suerte, espero no hacerte mucho daño cuando te haya hecho pedacitos-
Cuando comenzó yo empecé más fuerte que él y le ataqué varias veces dejándole un poco débil, pero enseguida volvía estar normal, cosa que no entendía porque no valía brujería y sabía que la estaba utilizando. Pasaron varios minutos y seguíamos igual, solo que yo estaba cada vez más y más débil y no podía aguantar más, entonces fue cuando él comenzó a atacarme. Estaba demasiado débil y apenas sin poder mantenerme en pie pero lo único que escuchaba era a Héctor gritándome que me levantase que, para ser sincera, lo único por lo que me sostenía era por él y la fuerza que me transmitía.
Me lanzó un puñetazo que me derribó, ya sabía que era mi fin, pero de repente, antes de que me diera el golpe que me mataría saltó Héctor a la plaza y comenzó a pelear junto a él. Héctor era más poderoso que Richard y le tumbó en varias ocasiones, la última de ellas, consiguió dejarle inconsciente y decidió acabar él mismo con Richard. Tras esto vino a socorrerme y a decirme que ya todo se había acabado, todas mis pesadillas se habían desvanecido porque Richard ya no estaba en éste mundo y todo gracias a Héctor que había venido a socorrerme.
Me agarró con sus brazos y me dijo que ya nunca más se iba a separar de mí, todo esto tras pedirme disculpas por todo lo que había sucedido entre nosotros, pero le dije que la que le tenía que pedir disculpas era más bien yo y que no, nunca más nos separaríamos.
Se acercó a mí y justo cuando me iba a dar un beso nos clavaron una espada en el corazón, para nuestra sorpresa fue Claus y es que su padre era Richard y nos había estado mintiendo todo este tiempo. Caímos al suelo y tras soltar los últimos soplos de nuestros corazones fallecimos agarrados de la mano semejante a Romeo y Julietta.
Si tengo algo claro de la vida es que nunca es como te la esperas y que los finales felices sí que existen, aunque sea hasta el final lucha por tus sueños, porque si algo he aprendido es que el que no apuesta nuca gana.


FIN
CAPÍTULO 8. ¿Preparados?
Tras varios meses de entrenamiento en los que habíamos pasado calamidades puesto que Richard no paraba de mandar su humo verdoso que nos hacía ver alucinaciones que realmente no estaba pasando, lo que costó la vida a cuatros lobos, desgraciadamente.
Al estar ya preparados para enfrentarnos a él, decidimos empezar el rumbo hacia mi pueblo, el cual ahora era de Richard ya que se había apoderado de todo, y sucediera lo que sucediera tenía que recuperarlo.
Llegamos a las montañas donde se acercó Héctor a mí y con gran timidez me pregunto -¿Tienes algún tipo de relación con Claus?- y agachando la cabeza esperó impaciente la respuesta. No quería verle así por lo que respondí con sinceridad –No, no tengo nada, lo de la otra noche fue un ataque de… (me quedé pensativa por si mi respuesta le iría a hacer daño mi respuesta) celos, para dártelos ya que con cualquier chico que hablaba no parabas de mirarme y eso la verdad me incomodaba bastante, por lo que decidí darte una lección y hacerte creer que podía existir algo entre Claus y yo… aunque ahora me arrepiento porque no sé qué me había pasado, no soy así-
Su cara de desconcierto lo decía todo, estaba decepcionado y no parecía querer hablarme, pero le pedí que me diera una respuesta porque vale, estaba un poco molesta con él, pero no quería perderle. En cuanto a su respuesta sólo me respondió en tono más serio de lo normal y decepcionado –Si no paraba de mirarte era porque creía que éramos más que amigos y no me parecía bien que estuvieras coqueteando con más chicos, pero perdona si ha sido culpa mía creer que podíamos ser alguna vez más que amigos. Ahora por favor terminemos este tema y alejémonos lo más posible- Tras estas palabras aceleró el paso hasta que le perdí de vista de entre todos esos lobos. Me quedé perpleja con esas palabras, sinceramente no me podía creer todo lo que me estaba diciendo y quise hacer como si nada hubiera ocurrido, porque sabía que si empezaba a recordarle a él o a esta conversación, no estaría lo suficientemente centrada como para acabar con Richard, con lo cual decidí quedarme sola durante un buen rato para dejar mi mente en blanco  y no pensar más en todo esto.
Fueron horas, días e incluso semanas las que estuvimos andando hasta llegar al pueblo, lo que desgraciadamente también costó la vida de treinta de los lobos que nos acompañaban de entre los que estaba Claudia. Su pérdida dolió bastante a mi amiga Clara porque habían hecho muy buenas migas y se las notaba bastante conexión y compenetración la verdad. Me acuerdo perfectamente del día que  murió, fue el día en el que al igual que ella, murieron la mayoría de los lobos porque cayó una helado muy grande y no pudieron soportar tan bajas temperaturas, el resto lo hicimos pero duramente puesto que ninguno de los que estábamos allí habíamos experimentado esas sensaciones de frío tan fuertes.
De camino no volví a hablar con Héctor y no le comenté el tema nadie, pero Claus me encontró triste y rara y se acercó a mí en numerosas ocasiones para preguntarme qué me pasaba, pero como sabía que si se acercaba en algún momento nos vería Héctor, le dije que no me pasaba nada  y que me dejase sola un rato, porque no quería perjudicar más la relación entre Héctor y yo ya que, a lo mejor tenía razón y no podíamos estar preparados para ser algo más que amigos, pero no quería que se alejase de mi vida y me conformaba con que fuera mi amigo.
Otra de las cosas que nos ha sucedido de camino a Sanes era que cada uno de nosotros, al tener claro que tras la lucha nada volvería a ser igual, puesto que muchos de nosotros no íbamos a regresar a nuestras casa con vida. Así que durante varios días estuvimos echando la mirada hacia atrás y recordando las etapas de nuestras vidas, tanto buenas como malas y cómo fueron. Yo las que recordé fueron la infancia y la adolescencia para recordar lo bueno de mi vida puesto que en estas épocas me pasó todo lo bonito que me ha sucedido, conocer a mis amigos, estar junto a mi familia, vivir experiencias que luego no podría volver a vivir,… Y respecto a recordar las malas, me centré más en los años posteriores a mi transformación ya que fueron los años que Richard comenzó a hacerme la vida imposible y a perseguirme allá donde fuera.
Pasó todo tan rápido, no me podía creer que después de haber estado durante cuatro meses alejada de Sales volvía a tenerlo delante de mí, aquel pueblo que me había dado tantos momentos, ya fueran malos o bueno pero al fin y al cabo momentos que nunca olvidaré. Lo vi… extraño, sus calles estaba redecoradas y ya no existían colores en sus balcones, plazas y calles, sino que ahora los colores negro y gris se apoderaban del pueblo.

Estábamos en la colina más próxima al pueblo y, aun teniendo los hombres lobo la capacidad de oír a gran distancia, aseguraban no escuchar nada, lo que me pareció extraño puesto que en Sanes siempre reinaba el murmullo de la gente en las calles. Durante ese noche decidimos acampar para descansar y a la mañana siguiente estar bien preparados para nuestra venganza, pero, no nos imaginábamos lo que sucedería aquella noche…

martes, 17 de febrero de 2015


CAPÍTULO 7. En busca de la venganza

Llevábamos varios días andando y ya estábamos muy cansados, pero no nos podíamos rendir ahora ya que todos deseábamos lo mismo, acabar de una vez por todas con Richard reclutando hombres lobo y vampiros. Clara y yo parecíamos niñas pequeñas y fuimos todo el  camino preguntando si quedaba mucho para llegar a donde se encontraban nuestros combatientes, pero Alberto dijo que aún quedaba bastante camino ya que, a donde pretendíamos llegar era ni más ni menos a Noruega y nos encontrábamos en Francia, pero como he dicho antes, merecía la pena. Toda esta expedición que estábamos haciendo me recordaba un poco a la de Moby-Dick escrita por Herman Melville, ya que el capitán Ahab, del barco Pequod también hizo una travesía junto a su tripulación e Ishmael  (el protagonista) para vengarse de la temible ballena blanca… Moby-Dick por haberle roto su bote y parte de su pierna. Reflexionando me di cuenta de era prácticamente lo que estábamos viviendo, solo que en vez de ballenas y marines con vampiros, hombres lobo y brujos de por medio. Esta historia me motivó más porque al final la ballena blanca, a pesar de estar huyendo y sentirse perseguida continuamente por el marinero Ahab y su tripulación, consigue acabar de una vez con ellos llegando así a sus gran venganza y, como pensaba que Richard era Ahab y nosotros Moby-Dick, creía que, a pesar del poderoso brujo que poseía y todo el pueblo a su favor, podíamos derrotarle por fin.

Fueron tres intensos meses andando hasta conseguir llegar a Noruega que era donde nos “esperaban” nuestros amigos aliados. La primera impresión que me dio al verlos a todos ahí en un corro reunidos, sin levantarse a pesar de que sabían perfectamente que estábamos ahí era que nadie les importaba y que no nos iban a ayudar, pero en cuanto Alberto les saludó, vinieron todos a saludarnos y se presentaron uno por uno. Mi opinión sobre ellos cambió repentinamente y la verdad es que hubo dos chicas que me cayeron bastante bien llamadas Claudia y Asia. Tras presentarnos nos unimos al corro y comenzamos a hablar sobre el tema por el que habíamos ido a aquellas laderas… la venganza hacia Richard. No se lo pensaron ni un solo momento y decidieron ayudarnos y venirse con nosotros, pero antes nos pidieron que nos quedásemos un poco más de tiempo porque no querían irse tan repentinamente a una cuestión de venganza porque sabían que no todos los que se encontraban allí iban a volver con vida y querían aprovechar algo más de tiempo, al oír esas palabras de uno de ellos lo pensamos y aceptamos el trato de quedarnos más porque si ellos nos iban a ayudar, no podíamos ser tan egoístas.

Esa misma noche hicieron una fiesta con una gran hoguera, música típica de manadas y todos estaban animados bailando, cantando, charlando,… La verdad es que hicimos muy buenas migas con todos ellos, pero conocí a un lobo que era bastante amable conmigo. Estaba sentada en un trozo de tronco disfrutando de los bailes de todos ellos cuando se me acercó y comenzamos a hablar y a conocernos Era bastante divertido y no podía parar de reírme, me echaba piropos continuamente y hacía que se me sonrojaran las mejillas, pero mientras todo esto pasaba, noté cómo Héctor no dejaba de mirarme a pesar de estar hablando con más hombres lobo. Esto me hizo pensar que, quizás, se había puesto celoso, lo que por una parte era bueno ya que significaba que le importaba y por otra malo porque no quería un novio controlador (si es que algún día pudiéramos llegar a ser novios). Pero me daba un poco igual porque aún no éramos nada, simplemente amigos y no podía estar esperándole durante toda mi vida, así que cuando Claus, que así se llamaba el hombre lobo, me propuso irme con él, acepté encantada mirando de reojo a Héctor.

Me llevó hasta el bosque y allí intentó besarme, pero no podía dejar de pensar en Héctor porque al fin y al cabo era el hombre de mi vida y no me había dejado de gustar. Aparté la cara con cuidado y delicadeza para que no se lo tomara mal y, aunque quise ser sincera y decirle que no sentía nada por él y en cambio sí por Héctor, no podía después de lo majo que había sido, así que decidí no decir nada y simplemente decirle que estaba muy cansada y que ya mañana hablaríamos. Claus me miró un poco triste pero me dejó ir ya que, según él, era lo que quería y él siempre iba a respetar mi opinión y con una pequeña caricia en la cara me fui a la tienda de campaña donde iba a dormir.

La verdad es que me fui un poco decepcionada y con la cara tristona, pero como para llegar a la tienda tenía que pasar por delante de la fiesta, quise aparentar que estaba bastante feliz y que todo había salido a la perfección, con lo que noté que Héctor me miraba y apartaba la vista continuamente.

Cuando llegué a la tienda, me encontré con mi amiga Clara y con Claudia, las cuales estaban leyendo el mismo libro, “Cumbres Borrascosas” de Emily Brontë, que era uno de mis libros preferidos porque era una historia de amor preciosa entre Catherine y Heathcliff, el cual llega inesperadamente a la casa donde se alojaba ésta y, empiezan siendo amigos pero terminan en una historia de amor. Desgraciadamente, luego son separados y mientras él se cría bajo las órdenes de Hindley (hermano de Catherine) y su mujer France con la que tiene un hijo, Hareton, Catherine pasa de ser prácticamente una salvaje a ser una señorita bajo el cuidado de los Linton. No se ven en mucho tiempo y Catherine se casa con el hijo de los Linton con el que tiene una hija que se llama como ella, pero que no la llega a conocer porque muere el día en que la tuvo. Heathcliff se queda destrozado y con el tiempo posee todos los territorios de las personas que la habían explotado cuando era tan solo un niño y se venga de Hindley a través de su hijo ya que éste estaba ya muerto. Después de un tiempo muere y, aunque se lo había hecho pasar mal a Hareton, éste le llora.

En cuanto vi la portada  me puse a hablar con ellas del libro y, al parecer, al igual que a mí, a ellas también las encantaba. Estuvimos un buen rato hablando y, aunque se me veía emocionada por hablar sobre ese libro, se dieron cuenta enseguida de que algo me pasaba y me preguntaron, pero decidí que se lo iba a contar al día siguiente porque, sinceramente, no me apetecía hablar del tema. Ellas lo respetaron y ya no volvimos a hablar más durante esa noche y nos dormimos rápidamente.

miércoles, 28 de enero de 2015


CAPÍTULO 6. Lecciones de la vida

Seguimos andando durante varios días donde, sinceramente, no sabíamos si íbamos a poder llegar a casa de Caroline con vida (la amiga bruja de Clara). Ya no podía más, estaba demasiado cansada incluso para tenerme en pie, pero tenía que luchar por sobrevivir puesto que ahora sabía que el sentimiento de amor que tenía hacia Héctor resultaba ser mutuo. Clara nos contaba que, si conseguíamos llegar a Francia prácticamente casi por Andorra deberíamos andar unos tres kilómetros más para llegar a la que podría ser nuestra salvación.

Subimos la última montaña y nos llevamos la ilusión de nuestras vidas… ¡Habíamos llegado a la frontera! En cuanto lo vimos nos pusimos a dar saltos de alegría y a abrazarnos los unos a los otros como si nos hubiese tocado la lotería pero claro, en dicha situación, esto era bastante mejor que cualquier premio.

Bajamos lo más rápido posible y, esquivando los guardias que se encontraban en la frontera, conseguimos pasar a Francia.

Ya estábamos bastante más tranquilos que antes y, recordando todos los kilómetros que habíamos recorrido en esta semana que llevamos de huida, los próximos tres ya no eran nada.

El camino hasta la casa de la bruja era realmente precioso, un cielo azul claro con unas nubes resplandecientes, las calles bastante parecidas a las de mi pueblo (vegetación por todos los lados, hechas con piedras,  casas rurales y gente que te saludaba te conociese o no). Pero sólo eran así las primeras, puesto que el resto de callejuelas hasta nuestro destino eran más bien modernas (edificios altos con grandes cristales, la gente ya no te saludaba y grandes escaparates con ropa de diseño).

Fuimos sorprendiéndonos todo el camino y, cuando giramos la última esquina, la encontramos, allí estaba, era una pequeña casa entre los grandes edificios que daba a entender que era la persona típica de los pueblos  que querían mantener la tradición de las viejas casas. Se parecía a la biblioteca de mi antiguo pueblo, estaba toda hecha de madera, con plantas trepadoras cubriendo sus paredes y, aunque apenas se veían, se podía apreciar dibujos sobre éstas también. Alberto llamó al timbre pero nadie nos abría, lo que no sabíamos es que había una forma mágica de entrar en la casa, se trataba de levantar uno de los dedos de un gnomo que había sobre las dos columnas de la entrada y, tras esto, nos precipitamos por una trampilla y estuvimos cayendo por una especie de tobogán que  parecía interminable y que resultaba en cierto modo divertido.

Cuando por fin llegamos al final nos encontramos en una sala decorada por completo de colores fríos y, los muebles que había eran muy pequeños aunque tenía muchas figuras.

Poco tiempo después se abrió la puerta de manera inesperada y pudimos ver una sombra de una mujer delgada, con un moño y que vestía con una gran túnica. Empezó a andar y, aunque al principio parecía terrorífica, nos recibió con una gran sonrisa y fue corriendo hacia Clara para abrazarla. Nos estuvimos presentando y nos llevó a su salón que, en comparación con la anterior sala, no se diferenciaba en apenas nada. Allí preparó un apetitoso aperitivo aunque tuvo que hacer más cantidad porque llevábamos tantos días sin comer que lo devoramos todo al instante.

Tras un buen rato de largas charlas nos pusimos todos serios y hablamos del tema por el cual habíamos ido a aquella casa…. Hacer lo posible por protegernos y hacer que Richard no nos encuentre y podamos vivir tranquilos.

Caroline entedió por lo que estábamos pasando y dijo que había encontrado una forma de solucionarnos las cosas. No sabíamos cómo agradecérselo, pero justamente, cuando nos iba a decir la solución a todo esto, vimos cómo una pequeña nube verde la envolvía y desaparecía. No sabíamos cómo había ocurrido la desaparición pero sí quién la había llevado a cabo y tenía un nombre ahora muy común en nuestras vidas, y es de nuevo….¡Richard!.

Estuvimos durante un buen rato perplejos por lo ocurrido y sin saber qué decirnos, hasta que Clara y yo ante la impotencia, rompimos a llorar. Rápidamente Héctor y Alberto vinieron a tranquilizarnos y nos contaron un plan que habían ideado.

Clara y yo no quisimos esperar más tiempo para oírlo y, aunque no sabíamos de qué se trataba sí sabíamos que iba sobre una manera de rescatar a Caroline para acabar con Richard de una vez por todas.

El plan era el siguiente… Debíamos estar buscando a gente como nosotros (hombres lobo y vampiros aunque también nos venían bien brujas o brujos) para aliarnos a ellos y así poder ser más fuertes. Una vez nos hubiéramos unido volveríamos al pueblo del que fuimos desterrados injustamente y nos enfrentaríamos a Richard.

Nos pareció tan buena la idea que no quisimos esperar más días para llevar a cabo nuestra venganza y emprendimos el viaje.

Cogimos recursos de su frigorífico y ropa para abrigarnos por si teníamos que pasar un temporal como los que pasábamos cuando íbamos caminando por los Pirineos. Antes de salir por la puerta exclamó Clara

 -Pero… Espera un momento, ¡no sabemos dónde se encuentran manadas de hombre lobo y vampiros!-

Alberto y Héctor se miraron sonriendo y, con tono  resultón dijeron –Tú sólo déjalo en nuestras manos y no te preocupes-

Al oír esto se tranquilizó más y, definitivamente, comenzamos aquel viaje tan esperado.

Salimos de aquella ciudad y, seguimos caminando hacia delante pero en vez de ir por la carretera nos desviamos por el campo, supongo que sería que íbamos a buscar primero a las manadas de hombres lobo.

Yo fui charlando con Héctor, ya no hablábamos como antes por el tema de que nos gustábamos el uno al otro y éramos más bien amigos especiales. Éramos muy tiernos el uno con el otro hasta que vi cómo aparecía esa nube verdosa y se apoderaba de él delante de mí sin yo poder hacer nada. Su carácter cambió por completo, se volvió agresivo y, como tenía más fuerza que ninguno de nosotros atacó a Alberto produciéndole graves heridas y, Clara desconsolado fue a ayudarle una vez la nube había abandonado el cuerpo de Héctor. Yo sabía que no me había atacado a mí (lo podía haber hecho), pero prefería atacar a mis amigos porque sabe que yo sufro más si le pasa algo a un ser querido.

Fuimos a socorrer lo antes posible a Alberto pero seguía muy débil por lo que decidimos parar de andar por hoy ya que necesitaba descansar para reponer fuerzas y que se le curasen bien las heridas. Héctor estaba muy dolido por lo que había pasado y decidió quedarse él a ayudarle mientras Clara y yo descansábamos.

Nosotras nos encontrábamos tumbadas en una zona llana con hierba que, aunque no se estaba del todo cómodo no podíamos pedir tampoco demasiado. En ese momento tenía un come, come, que me corría por la cabeza en ese momento y decidí preguntar a Clara a ver si ella me podía ayudar, por lo que la dije con voz tímida…

-Clara, ¿podemos hablar?, es que verás, necesito que me aconsejes porque estoy demasiado preocupada con un tema y no sé qué hacer-

Ella sin dudar aceptó y me dijo que la contase lo que quisiera. La dije que desde que Héctor y yo somos amigos especiales Richard aunque esté a miles de kilómetros siempre acaba entrometiéndose y lo estropeaba siempre todo, por lo que estaba pensando decirle a Héctor que dejásemos de serlo porque cada vez que estamos juntos algo malo ocurre.

Clara mirándome muy seria me dijo –No puedes hacer eso April, y para que veas que tengo razón te voy a contar lo que le pasó a una chica que dejó todo aquello que tenía importante (bienes, amigos, familia,…) por no hacerles daño ya que pensaba que todo lo que hacía estaba mal y las personas que la importaban estarían mejor sin ella.

Cuando se fue, al principio, creyó que era lo mejor que había hecho, pero se equivocó, ya que tras un tiempo no tenía con quien desahogarse, en quien contarles sus penas, sus alegrías, sus sentimiento y, sobretodo, a quien amar. Estuvo así durante varios días hasta que, cuando decidió volver, ya nadie la estaba esperando en su casa ni en la de sus amigos porque se habían marchado. La chica se quedó sola para toda la vida y ya no supo más de la gente a la que más quería, a la gente a la que, al irse, había hecho tanto daño que se marcharon para siempre.-

Me miró con una sonrisa y continuó –No debes preocuparte por esas cosas, siempre te sucederán cosas malas y buenas en la vida que te harán pensar y replantearte el camino que has de tomar, pero nunca escojas el que eligió esta pobre chica porque si lo haces, acabarás sola y haciendo más daño a tus seres queridos del que tú te piensas que haces.-

Lo pensé y me di cuenta de que Clara tenía toda la razón, así que no me fui y me quedé, todo me fue bien.

Ana, como vio que este cuento enseñaba grandes lecciones sobre la gente que se encuentra a tu alrededor decidió incluir este pareado:

En quien en presencia te ama,

En ausencia te extraña

Ana Solana

 

domingo, 18 de enero de 2015

CAPÍTULO 5. Un rumbo sin fin aparente
Estuvimos varias horas sin decirnos nada hasta que Clara propuso empezar a caminar para que no nos pillasen y alejarnos lo más posible de Richard. No teníamos otra cosa mejor que hacer por lo que empezamos a andar hacia los Pirineos a pesar de que estaba llegando el invierno y éramos consecuentes de que íbamos a sufrir duras heladas.
El primer día no supimos qué decirnos porque aún estábamos asimilando lo ocurrido. Pero yo no quería estar así durante mucho tiempo porque,  oye, mirando el lado positivo de la situación, estamos juntos y esta podría ser la mayor aventura que hayamos vivido. Así que me quedé parada y dije -¡No podemos estar así! Sé que ahora corremos un gran peligro puesto que posiblemente Héctor lo vaya a difundir, pero estamos juntos después de tanto tiempo y encontraremos un lugar donde poder vivir los cuatro sin que nadie nos moleste-
Se miraron entre los tres y, sin decir  ni una palabra, se acercaron hacia mí y, aunque hacía bastante frío, nos fundimos en un cálido abrazo.
Las horas pasaban y cada vez notábamos más el frío al que nos tendríamos que someter durante todo el invierno, ya que éste sólo acababa de empezar. Como Alberto y yo éramos vampiros, teníamos menos aguante al frío de lo que podían tener Clara y Héctor puesto que todos los licántropos u hombres lobo son adiestrados para aguantar este tipo de cosas. Teníamos tanto frío que apenas podíamos avanzar, Clara y Héctor al vernos así decidieron ayudarnos y darnos todo el calor posible. Héctor vino ayudarme a mí y Clara a Alberto.
Nuestro propósito para este día era subir a lo alto de la montaña y allí pensar un rumbo. Mientras íbamos subiendo fui charlando con Héctor y el tema principal fue sobre el pasado, en especial del día que nos conocimos… Fue una tarde en la que volvía a mi casa de estar con Clara, como había estado nevando y había cuajado, iba por la acera y, al ser cuesta abajo y encontrarse todo helado me resbalé. Antes de caer al suelo él vino por detrás y me cogió, creo que fue amor a primera vista y, tras estar cerca de un minuto mirándonos el uno al otro, nos levantamos y,  tras darle las gracias continué mi camino y él el suyo. A partir de ahí empezó una amistad que ahora aún continúa, por cierto, gracias a este encontronazo tan templado al principio pero que fue aumentando hasta cálido en días tan fríos como ese, nos conocimos los cuatro, puesto que Héctor era amigo de Alberto y yo de Clara y otro día inesperado nos encontramos los cuatro y comenzamos a  hablar, empezando ahí una gran amistad.
El otro tema del que hablamos fue  sobre qué podíamos hacer a partir de ahora, eso sí, aunque no sabíamos cuanto tiempo podíamos estar huyendo y soportar este temporal helado, lo que sí sabíamos es que pasase lo que pasase íbamos a permanecer los cuatro juntos,  como en los viejos tiempos de recuerdos inolvidables.
Cuando ya casi habíamos llegado a la cima de la montaña, Héctor se detuvo y, con mirada seria me susurró al oído –April no sé bien cómo decírtelo, pero hay algo importante que creo que tendías que saber….- hizo una pausa y, yo, atónita esperaba que continuara, pero en ese momento vino Clara y, cogiéndome de la mano y me llevó a la cima. Yo le miré porque en ese momento me había quedado congelada, pero no porque hiciera frío, sino porque me había impactado que se pusiera tan serio y que me dijera eso. Por eso miré a Clara y la dije –Gracias por secuestrarme pero esa no era una de esas situaciones en las que lo necesitaba, de hecho, me iba a decir algo muy muy importante por el tono en que me lo ha dicho…-
Ella se quedó con cara pensativa y sabía que había metido la tapa , por lo que dijo –Bueno pero esa situación se puede repetir de nuevo en cuanto emprendamos ese rumbo fijo que buscamos, ¿no?- Ese último no lo dijo preocupada y deseando que realmente pasase eso.
Yo la miré y la eché una de mis sonrisas que demostraban que no pasaba nada, entonces nos abrazamos y la dije que no pasaba nada, ya que si era importante me lo volvería a decir.
Cuando estábamos todos arriba empezamos a mirar por todos lados por si encontrábamos un pequeño pueblo donde poder resguardarnos, pero claro, ¿qué pueblo podía soportar estas temperaturas durante todo el año?. La respuesta a esta pregunta es ninguno, por eso, no lo había.
Derrotados por el cansancio decidimos echar una cabezadita antes de andar sin rumbo fijo puesto que no había encontrado ningún lugar donde poder estar a salvo de Richard y poder resguardarnos.
Propusimos que, mientras unos se dormían los otros estaba despiertos para protegernos y luego viceversa. Las primeras que descansamos fuimos Clara y yo mientras Héctor y Alberto vigilaban.
Antes de dormirme oí como Alberto le decía a Héctor susurrando -¿Se lo has conseguido decir?- Pero Héctor no respondió, supongo que haría un gesto de negación con la cabeza.
Quería enterarme por todos los medios de lo que se trataba pero el sueño me venció.
Al quedarme dormida soñé que por fin nos encontrábamos en una casa, parecía rural, toda hecha con madera, una estufa encendida,… Estábamos en un gran salón, Clara estaba apoyada en  Alberto y yo estaba leyendo un libro, me pareció leer que era “Cuenta de navidad”, pero eso no importaba mucho, ya que me fijé que Héctor no se encontraba en ese sueño. Después de estar mirando a mi alrededor decidí preguntarles que dónde estaba, pero ojala no lo hubiera hecho…. Me respondieron que Héctor había muerto hace mucho tiempo a manos de Richard, me impactó tanto que me puse a llorar, pero eso no fue lo peor del sueño, ya que cuando se levantaron para consolarme entraron una flecha de madera y otra de plata dándoles a ambos y, desgraciadamente matándolos. Me puse a llorar y a gritar de rabia, pero el sueño aún podía empeorar, ya que tras esto, Richard entró por la puerta y me forcejeó, me hizo una pequeña raja en la mano y, en el momento en el que iba a matarme me desperté.
Al abrir los ojos vi a los tres alrededor de mí preocupados, pregunté qué había pasado y Clara me contó todo… -Una pequeña nube roja subió a donde estábamos y se metió dentro de ti, después comenzaste a gritar e intentamos despertarme, al principio creíamos que era tan sólo una pesadilla, pero luego empezaron a ver cómo te salían rasguños por las manos entonces nos empezamos asustar y fue cuando nos alteramos e intentamos despertarte por todos los medios, pero no podíamos.-
Me quedé un poco impresionada porque las heridas que tenía en las manos eran las que me hacía Richard en el sueño, así que pensé que todo esto era obra de Richard y que intentaba herirme acosta de mis amigos. Por lo que dije completamente segura –Esto ha sido cosa de Richard que nos ha encontrado y pretende hacernos daño-
En ese momento nos miramos y pensamos todos los mismo…. ¡Richard tenía una bruja y a partir de ésta había hecho esto!. Ahora sí que nos teníamos que preocupar porque no sabíamos si se trataba de una bruja poderosa o no…
Por este motivo decidimos seguir andando pero, ahora, en vez de buscar como prioridad un lugar donde no pasar frio, buscábamos a una bruja para poder recuperar nuestras vidas cálidas.
Así que empezamos a andar hacia Francia, ya que Clara conocía una bruja que era muy amiga suya y que nos podría ayudar. De camino, fui hablando otra vez con Héctor, y, como me había quedado intrigada, le dije a ver si podía decirme lo que me tenía que contar antes, pero como pensaba que lo que quería decirme era que me quería o algo parecido, se lo dije yo primero…. Cuando se lo dije, noté como el ardiente calor de nuestra amistad y, para mí, del amor que sentía por él, se congelaba al igual que el paisaje…
Con mirada seria me respondió –No pensé que fueras tú la que lo diría, pero en fin…. Ha pasado-
 No entendía si esa respuesta se refería a que me quería decir lo mismo o a que no se creía que le dijera eso porque no sentía lo mismo, pero pronto lo supe, ya que se acercó a mí y me besó…. En ese momento supe que él sentía lo mismo y que ya no sólo éramos amigos.
Yo sentí que ese beso era como un calor que derretía completamente el frío de aquel paisaje...



sábado, 17 de enero de 2015

CAPÍTULO 4. La mayor sorpresa

Me quedé perpleja y anonadada al vele ahí, sentado en la fuente que se situaba en frente de la biblioteca con su odioso perro, el cual, se mostró tranquilo, pero al vernos, comenzó a ladrar.
Héctor al verme tan aterrada y preocupada se decidió a acercarse a él, pero le detuve agarrándole del brazo porque sabía perfectamente que las cosas no iban a salir muy bien paradas.
Héctor no se acercó, pero si lo hizo Richard. Cuando ya estaba cerca de nosotros comenzó a hablar y, cómo no, a criticarme.
Así, con voz prepotente dijo -¡Pero qué tengo ante mis ojos, dos personas cobardes como una hormigante un ejército de elefantes!- después de una pausa en la que Héctor se puso delante mía para protegerme continuó dirigiéndose a Héctor -¡Pobre de ti querido!, ¿es que no entiendes que a su lado te ocurrirá lo mismo que a mí?. Te dejará tirado y luego se irá haciendo la víctima por cada lugar que vaya.- Tras terminar sacó una pequeña sonrisa un tanto amigable pero que quería decir todo lo contrario.
Yo agaché la cabeza porque, al no escuchar ni ver a Héctor hacer nada sobre lo que había dicho, pensaba que mis peores pesadillas se estaban haciendo realidad, pero entonces dijo -¡Confío en April plenamente!, a lo mejor la tendrías que haber dado el cariño que se merecía y se merece- Y con esas palabras me agarró de la mano y me llevó hasta casa.
Durante el camino no dijimos nada, pero al entrar por la puerta le abracé intensamente. No sé exactamente las emociones que me corrían en aquel momento por la cabeza, pero entre la desilusión de ver a Richard y la alegría que me producía el que Héctor haya sacado lacara por mí, ya no me sentía tan mal.
Nos dirigimos al salón donde nos sentamos en el sofá y me acurruqué junto a él, pero eso no fue lo mejor, sino, que tras sentarme junto a él y abrazarnos me dijo –Ya nadie te hará daño, porque no ,e voy a separar de tu lado-
Nos quedamos horas y horas así, hasta que me dormí. Tras esto, no me di cuenta de nada, pero por lo visto tuvo que subirme a mi cama.
Más o menos a media noche, me levanté sobresaltada porque había soñado que Héctor se hacía amigo de Richard y rivalizaban por saber cuál de los dos me hacía la vida más imposible.
Pero cuando me iba a volver a dormir, oí como Héctor hablaba en la calle con alguien. Como justamente mi ventana daba a la puerta de la calle, decidí asomarme un poco, sólo por curiosidad y porque no entendía con quién estaba hablando a esas horas.
Al echar un poco la mirada a través de la ventana, lo único que vi fue a Héctor charlando con una persona toda vestida de negro, con una capa de color oscuro y me fijé en los zapatos, los cuales llevaba llenos de barro. No les oí lo que decían, pero Héctor tenía una sonrisa un tanto siniestra para mí, puesto que nunca se la había visto.
Después de un rato, se despidieron y Héctor se metió en casa, pero la persona se quedó un poco más y miró hacia la ventana donde estaba yo. Al darme cuenta que me estaba mirando me escondí corriendo tras la pared, y al volver a mirar pude ver que me marchaba tan rápido como un vampiro o un hombre lobo. Tras esto me tumbé en la cama y me puse a pensar, y es que en el pueblo, los únicos vampiros y hombres lobo que había éramos Héctor, yo y… ¡Richard!. Pero no podía estar hablando con él, era imposible después de la disputa que habían tenido por la tarde. Al terminar de pensar esto, miré hacia el pomo que se estaba moviendo hacia abajo, me hice la dormida y pude ver cómo se asomaba Héctor y acto seguido se volvía a ir y cerraba la puerta.
Me quedé un poco preocupada por si esa persona era Richard y, si así era, ¿qué podía estar tramando con Héctor?. También me extrañó cuando abrió la puerta para asegurarse de que estaba dormida y luego irse sin decir nada.
Gracias a toda esta inseguridad no me pude dormir.
A la mañana siguiente cuando me desperté, Héctor acababa de hacer el desayuno, y tenía un carácter llamativo, puesto que estaba muy contento, contento como si le hubiera tocado la lotería o algo parecido.
Cuando me senté en la mesa de la cocina intenté actuar como si nada hubiera pasado, pero sentía como me comía un fuego helado por dentro que, desde anoche, iba aumentando. Primero no era nada, de eso pasó a milimétrico, pequeño, mediano, grande, gigante, hasta que ya no pude más y estallé.
Dije con voz tímida y entristecida -¿Con quién estabas hablando noche?-
Él, que se quedó asombrado, respondió –Con nadie, posiblemente haya sido una imaginación tuya por lo ocurrido con Richard-
Yo, que sabía que me estaba mintiendo porque lo vi con mis propios ojos, respondí –Héctor, te conozco prácticamente de toda la vida, por favor, no me mientas- dije con un gran vacío en mi corazón –Anoche te vi hablando en la puerta con una persona escondida entre prendas oscuras y, que por su velocidad, no parecía humana-
Continuó negándolo –Lo siento April, pero no sé de qué me hablas, anoche dormí en mi habitación y no salí en ningún momento y menos para hablar con nadie-
No podía hacerme creer que lo de anoche no había sucedido, sabía perfectamente que era verdad y que no estaba imaginándome nada. Por eso, continué hablando ya en un tono más serio –Por supuesto que saliste, y además de hablar con esa persona, cuando terminaste, viniste a mi habitación para asegurarte de que no me había enterado de nada y que seguía dormida. ¿Por qué?- Dije gritando mientras se me saltaban las lágrimas.
Al verme así, puso cara de pena y agachó la cabeza mientras me decía… -Vale, es verdad, anoche estuve hablando con alguien y tras esto me dirigí a tu habitación para asegurarme de que seguías dormida y no te habías enterado de nada, pero me temo que no te puedo dar una explicación de porqué hablé, con quién, ni de qué-
Cuando terminó me quedé muy afectada y dudé de su amistad, por lo que me fui a mi habitación sin decirle nada e inmersa en un llanto silencioso mientras él me suplicaba que le perdonase y me decía que pronto sabría a qué se debía todo esto, pero no quise escucharle.
Nada más llegar a mi habitación me tiré a la cama y me puse a llorar desconsoladamente porque, de nuevo, un chico me había roto el corazón y me parecía imposible que pudiera ser Héctor.
A los pocos minutos de haberme subido le escuché hablando con alguien por teléfono diciéndole con voz seria y preocupado –Por favor, tienes que venir porque anoche nos pilló hablando y ahora mismo está llorando en su cuarto ya que no sabía qué responderla-
Acto seguido colgó el teléfono y resopló dando vueltas alrededor del salón.
Durante el día entero estuve encerrada en mi cuarto sin comer, beber, ya que se habían quitado las ganas de todo en ese momento.
Cuando ya por fin calló el Sol, decidí salir de mi habitación porque me pareció que Héctor ya no estaba en el salón. Al bajar, la casa estaba desordenada y el teléfono descolgado, parecía como si le hubiese dado un ataque de furia y se hubiera liado a puñetazos con todos los muebles de la casa.
Después de registrar toda la parte de abajo por si encontraba alguna pista, escuché un ruido en las escaleras, como si alguien estuviera bajando y decidí esconderme porque sabía que Héctor me había escuchado y estaba bajando para hablar de lo sucedido.
Inmediatamente me tumbé en el sofá haciéndome la dormida, ya que no me apetecía hablar con él sobre el tema. Al bajar, se sentó delante mía y comenzó a hablarme de lo que parecía ser la explicación de lo ocurrido. -April, no quería que te enterases, de verdad, pero no me dejas otra opción ya que de no contártelo podría perderte, cosa que no quiero ya que mi vida sería como un desierto sin agua- Tras decir esto suspiró y continuó hablando –Ya sabes que dentro de poco es tu cumpleaños, por lo que quería hacerte una sorpresa para animarte, pero…-
En seguida me levanté del sofá y lo abracé pidiéndole disculpas, que, como él es tan bueno, me perdonó. Aun así no me había quedado tranquila y le pedí que si me podía decir con quién estaba hablando esa noche y porqué era un vampiro.
-La persona con la que hablé, era un vampiro mensajero, el cual va a traer tu regalo de cumpleaños y eso sí que no te lo voy a decir- Me miró con una sonrisa y me dijo –April, cuando te incomode algo de mí que no sabes la respuesta, pregúntamelo sin dudarlo en cualquier momento pero por favor, déjame que te responda-
Yo agaché la cabeza y le dije que sí tímidamente, después de este momento tan incómodo para mí, sonó el timbre y me dijo que, a lo mejor, lo que sonaba era mi regalo de cumpleaños.
No sabía exactamente cómo me sentía en ese momento, pero se puede decir que intrigada, emocionada y sobresaltada.
De camino a la puerta, iba pensando qué podía ser, si o bien un coche, un ramo de flores, una mascota o lo que es mil veces mejor que todo eso, una petición de matrimonio traída a lomos de un caballo como yo siempre había soñado. Pero, cuando presioné el pomo hacia abajo y vi la sorpresa, me eché las manos a la cabeza y me puse a llorar de la emoción. Lo que me había estado preparando Héctor, no era ni más ni menos que la vista de mis dos amigos Claro y Alberto.
De pequeños, teníamos una pandilla en la que los cuatro formábamos parte, nos llamábamos los “LSI” que eran las siglas de “Listos, Secretos, Ingeniosos” y éramos inseparables hasta que los de nuestro pueblo descubrieron lo que éramos y nuestras vidas se separaron.
Clara seguía siendo esa morena de pelo negro y ojos marrones oscuros, de piel clara y vestida con colores rosas, morados, azules,…
En cuanto a Alberto, apenas le reconocí, ya que se le había aclarado bastante el pelo, ahora parecía rubio. La piel seguía siendo morena y los ojos marrones prácticamente negros. El vestuario era como el de Héctor, con prendas oscuras como si quisiera ocultar algo.
Pero en estos momentos lo importante no era averiguar cómo habían cambiado, sino que estaban aquí por mi cumpleaños y, lo mejor de todo, gracias a Héctor.
Tras vernos nos fundimos en un gran abrazo en el que nos apretamos tanto que casi nos quitamos la respiración. Cuando terminó el abrazo entramos en mi casa y nos empezamos a contar lo que había ocurrido en todos estos siglos que habíamos estado separados. Como era de esperar, seguían igual de alegres, cariñosos y graciosos que siempre. Después de varias horas hablando, Clara y Alberto nos comunicaron novedad que más nos impactó a Héctor ya mí, ¡eran pareja!. Nos quedamos anonadados y no nos lo creíamos, puesto que cuando éramos pequeños, se chinchaban el uno al otro y no dejaban de discutir aunque éramos muy buenos amigos. Pero oye, había que felicitarles porque se les veía muy felices a los dos.
Al terminar las felicitaciones nos preguntaron si también nosotros habíamos dejado la amistad para convertirlo en algo más, pero nos sonrojamos y nos alejamos un poco insistiendo, diciendo que no. Como me sentía un poco incómoda en esa situación, les propuse ir a dar una vuelta rápida por la mañana y luego ir a comer a unos de los restaurantes del pueblo.
Como aceptaron encantados, nos fuimos a la montaña más cercana y la empezamos a subir.
Héctor y Alberto iban delante de Clara y mía hablando, supongo que sería de cosas de chicos y aunque no paraban de mirarnos.
Nosotras también íbamos hablando de nuestras cosas hasta que me dijo Clara muy segura -¿Por qué no le dices a Héctor lo que sientes por él?- Al principio me hice la loca, pero sabía que Clara estaba muy segura de lo que decía, por lo que respondí –Porque no sé si él siente lo mismo por mí y me da miedo que destape mis sentimientos y él no sienta lo mismo-
Torció el labio y me prometió que ella misma se iba a encargar de descubrir si él sentía algo por mí.
La di un fuerte abrazo, la regalé una gran sonrisa y continuamos con la excursión.
Tras tres horas que tardamos en subir y bajar la montaña, nos fuimos al pueblo donde nos encontramos con una sorpresa de lo más cruel.
Todo el pueblo estaba reunido en la plaza con arcos, espadas, antorchas,… Y parecían muy enfurecidos, pero entre toda la multitud se encontraba Richard que, con voz de líder exclamó -¡esa es la vampira de la que os hablé y esos sus amigos hombres lobo y vampiros que están matando a vuestros rebaños!-
Nos quedamos sorprendidos y nos miramos unos a otros con caras de asustados.
-¡Vayamos a por ellos y matémosles acabando así con su raza.!- Gritó Richard y tras él todos los ciudadanos.
En ese momento huimos de allí y mientras el pueblo nos perseguía, uno de ellos lanzó una flecha con un arco dirigida a mí. Héctor miró hacia atrás y se puso en el camino dela flecha para que no pudiera darme porque era de madera y podía matarme, pero terminó alcanzándole a él en el estómago.
Se cayó al suelo, débil por la flecha pero Alberto le cogió a hombros antes de que la gente del pueblo pudiera alcanzarle.
Cuando por fin estábamos a  salvo, le miramos la herida, pero por suerte, Clara ya había curado varias veces heridas como esta.
Tras curarle, nos quedamos más tranquilos y guardamos silencio, pero yo sabía perfectamente lo que estábamos pensado todos y lo dije en alto –Nuestras vidas ya no volverán a ser como eran, todos conocéis a Richard y sabéis que irá propagando lo que somos por todas las ciudades, pero si permanecemos unidos intentaremos pasar desapercibidos y haremos todo lo posible para que Richard no sepa dónde encontrarnos y todo volverá a la normalidad o por lo menos parte de ella…-
Dije esto y, aunque no hubo respuesta, todos me miraron y afirmaron con la cabeza.




CAPÍTULO 3. Un día inesperado

 Cuando apenas quedaban tres horas para el amanecer, me desperté de mi sueño profundo en el cual, no dejaba de soñar con Héctor y las circunstancias que podían haber ocurrido para que no me respondiera la carta. Como es obvio, no paraba de imaginarme lo peor, podían haberle encerrado y usarle como experimento porque sabían que era hombre lobo, haberse ido porque los de su pueblo sabían lo que era o lo que es peor, haberle matado con un utensilio de plata.
Me bajé a la cocina y me tomé un tila para intentar tranquilizarme un poco, sólo funcionó durante unos minutos porque a continuación volvió el nerviosismo.
Tras tomarme la tila y esperar hasta que me dejara de hacer efecto, me dirigí al buzón, esta vez con miedo, para comprobar si ya había llegado la carta pero cuando abrí la puerta encontré una sorpresa aún mayor… No era ni uno de los libros esos anodinos que iban promocionando sus escritores pero que luego resultaban ser interesantes, ni tampoco el cartero con aquella carta tan esperada. Lo que se encontraba en la puerta de mi casa eras ni más ni menos que ¡mi amigo Héctor!, al que tanto echaba de menos y el cual era el destinatario de la carta.
Nada más verle, sólo pensé en llorar y pedirle explicaciones de por qué no había respondido a mi carta, pero él tiró las maletas de cuero negro que solía llevar a todos los viajes y ambos nos abalanzamos a los brazos del otro sin decirnos ni una palabra, deseé que aquel momento no terminase nunca.
Tras varios minutos abrazándonos, nos separamos y nos empezamos a mirar como si nos viéramos el uno al otro diferente, física y moralmente. Él tenía un look distinto al que solía llevar, iba vestido con unos vaqueros oscuros, una camiseta gris clara, sobre ella una chaqueta de cuero negro (como las maletas) y lo único en lo que no había cambiado eran esos ojos azules claros tan bonitos, su fuerte musculatura y su famoso pelo negro con tupé.
Entonces Héctor hizo un gesto con la mano y me dijo –Hola April- Yo, tímida y emocionada ante tal situación le respondí suavemente –Hola Héctor- Acto seguido agaché la cabeza y le invité a entrar, él con una sonrisa aceptó.
Cuando entramos dentro de casa, Héctor se quedó mirando los muchos álbunes colocados sobre el sofá y la vetusta mesa e incluso algunos sobre el suelo. Yo, como sentía tanta vergüenza de que viera mi casa así intenté recoger y apartar los álbunes corriendo, pero lo único que conseguí fue caerme y convertir aquella situación en otra aún más vergonzosa. Héctor al ver que me había caído, en vez de reírse como haría una persona cualquiera, vino sin pensárselo a ayudarme. Empezó a apartar los álbunes que se habían caído encima de mía y cuando me ofreció su mano para levantarme la cogí, y sentí algo que nunca antes había sentido, ¡era una sensación que me transmitía tranquilidad, relajación y otra que me hacía ver lo que era Héctor para mi aparte de mi  mejor amigo, ahora lo veía como algo más!. Me senté en el sofá y él fue a la cocina a preparar un café, sé que era mi casa, pero se empeñó en prepararlo él y yo no puse ninguna pega simplemente porque era un gran cocinero. Cuando vino trajo los dos cafés y aparte unos cereales con unas galletas que no tenía yo en casa y, seguramente, los había traído él.
Colocó las bandejas en la mesa y empezamos a comer, ¡los cereales estaba riquísimos!, creo que eran de chocolate con leche y avellanas por dentro. Estaban tan ricos que no paraba de comerlos, pero otra de las razones por las que no dejaba de comer era porque me encontraba en una situación un tanto incómoda en la que ni él ni yo sabía qué decirnos el uno al otro.
Estuvimos un rato mirándonos y cuando uno sabía que le estaba mirando cruzábamos la mirada y el otro enseguida apartaba la vista. Pero entonces Héctor empezó a hablar ni más ni menos de mi carta. Exclamó –¡April, te tengo que explicar por qué he venido a verte y por qué no respondí a tu carta….!- yo entusiasmada quise saber la respuesta y él continuó diciendo- Antes de nada quiero que sepas que la carta me llegó sin problemas, pero es que al leer todo lo que te estaba pasando con Richard, las preguntas que te hacías y bizarra que a pesar de todo estabas siendo ante una situación así, preferí asistir a verte en vez de responderte y calmarte ante una situación así.
Al principio me quedé sin palabras al darme cuenta de lo buen amigo que estaba siendo. Pero como me empezó a mirar con una cara que buscaba respuesta, no dudé en responderle, aunque me emocioné
-Muchas gracias Héctor, estoy tan perdida… que he llegado a pensar que mi vida ya no tiene sentido, dela frustración solo pensé en escribirte para que me pudieras ayudar y hacer de mi vida como la hacías cuando estabas junto a mí, la más feliz-
Héctor se levantó del sofá y dijo -¡Basta de penas por hoy! Con la recuperación de la chica que recuerdo yo, lista, valiente, feliz, divertida y graciosa empezaremos mañana, pero hoy vamos a pasarlo bien, como en los viejos tiempos… ¿te acuerdas?-
Cuando terminó de hablar me extendió la mano y yo con una sonrisa se la acepté.
Solo deseaba que el día de hoy se pasara lo más lento posible para poder estar junto a Héctor. Cada vez me sentía más feliz porque poco a poco íbamos recordando la amistad de la que gozábamos cuando éramos unos jóvenes locos que su única preocupación era la de divertirse.
Antes de salir a dar una vuelta estuvimos hablando de todas las cosas buenas que nos habían pasado. Y recogimos entre los dos las álbunes y los trastos que había por el medio.
Cuando terminamos Héctor se acercó a mi oído y me susurró –Este sólo es el primer paso de una vida nueva, no dejaré que vuelvas a sufrir nunca más-
Estas palabras me impresionaron tanto que me pellizqué para ver si esto que estaba pasando era un sueño, pero por suerte, todo era cierto. Nos abrigamos porque hacía más frío que de costumbre, cerré la puerta y nos fuimos a dar un paseo.
Héctor insinuó que quería ir a ver el pueblo porque era precioso, pero antes de ir a ningún lado, le quería enseñar mi banco a pocos metros de lo alto de la montaña situado al lado de un viejo pero robusto alcornoque.
Como él no sabía exactamente de qué lugar era, quiso ir para ver si era tan mágico como yo contaba.
Subimos a la montaña como solíamos ir a nuestras casas en Itan (nuestro pueblo) desde el parque, corriendo a ver quién llegaba primero. Era nuestro juego preferido de niños y ya que iba a empezar una vida nueva, ¿por qué no coger los momentos felices de la anterior?. Cuando llegamos a la cima, que llegué yo primero porque desde siempre había sido la más rápida, nos empezamos a reír hasta que nuestras manos se tocaron y se cortó todo, pero yo sonreí con una sonrisa un tanto tímida y me pareció verle haciendo lo mismo…
Tras este momento, le mostré el banco y el viejo alcornoque. Como aún el Sol no había terminado de salir, nos sentamos en el banco contemplando aquel bonito amanecer. Al principio le vi preocupado porque él sabía que a los vampiros no nos sentaba muy bien los rayos de Sol, pero enseguida, sin decir nada, le mostré mi collar con un remedio para la luz que me regaló hace muchos años una bruja amiga de mi familia, al verlo se relajó y me apoyé sobre su hombro para estar más a gusto, pero aquel momento de dos buenos amigos lo acabé convirtiendo en un momento romántico de los que se puede apreciar en las películas de amor.
Como Héctor no dijo nada, me quedé así la media hora que estuvimos sentados en ese banco contemplando los bonitos y a la vez románticos colores del amanecer sin decir ninguna palabra, lo que no sabía era si ese silencio se debía a que ambos estábamos cómodos o porque él no quería decir nada para no herirme. Tampoco pensé mucho en qué podía ser ese silencio porque quise disfrutar de éste momento como nunca he querido vivir otra situación.
Después de media hora me levanté y sugerí irnos de camino hacia el pueblo, él, que no parecía moverse giró la cabeza y la movió pretendiendo decir que sí.
Esta vez no bajamos la montaña echando una carrera, sino que la bajamos andando y recordándonos el uno al otro momentos que vivimos juntos cuando éramos pequeños y no tan pequeños…
Cuando ya habíamos llegado al final de la falda de la montaña, nos empezamos a mirar el uno al otro e inmediatamente a apartar la mirada, hasta que por fin murmuró -¿Nos vamos al pueblo?- aunque con timidez.
Supongo que lo dijo en ese tono por aquel momento ocurrido sobre la montaña y al bajar de ella.
Yo igual le contesté con una voz que indicaba poca seguridad, pero acepté ir al pueblo, además, estaba deseando enseñarle la plaza Villa Chirca, las decoraciones sobre las rocas de las cosas que habían hecho los niños, mi clínica, bueno, la de John pero en la que trabajaba; pero sobretodo, le quería mostrar la fantástica biblioteca en la que cada tarde me sumergía para adentrarme en otros mundos subrealistas de los que no quería salir.
Le quería llevar ahí porque sabía que él también era un fanático de la lectura, de hecho, fue él quien me adentró en ese mundo.
Antes de ir a la biblioteca le quise hacer una guía turística por todo el pueblo. Primero nos dirigimos a la plaza Villa Chirca donde, tras contarle lo que había sucedido y por qué se llamaba así, se quedó pensativo y, aunque se le notase que quería preguntarme para saber más acerca de la muerte de la pobre bruja, prefirió seguir adelante y cambiar de tema.
Lo siguiente que vimos fue la clínica donde trabajaba, las largas, hermosas y estrechas calles que adornaban y rodeaban la ciudad y por último, antes de llegar a la biblioteca, le mostré unas cuevas subterráneas que habían debajo de la ciudad.
Esto nunca se lo había enseñado a nadie pero quise que fuera la primera persona.
Cuando se lo enseñé, su cara de admiración le decía todo, le encantaban aquellos ruidos. A parte de la parte principal de la cueva, se podía distinguir un pequeño túnel que parecía llevar a otra sala.
Héctor me preguntó que qué era eso ya dónde llevaba, pero como no me había fijado nunca, no supe qué contestarle, pero él sin decir nada me agarró de la mano, se agachó y comenzó a andar por ese pequeño túnel. Yo entré con él puesto que me agarró de la mano y no me soltó hasta llegar al final del túnel.
Cuando llegamos a la sala, nos quedamos atónitos de lo que vimos, puesto que encontramos unas largas cadenas arañazos por las rocas de la cueva. Enseguida miré a Héctor y vi como poco a poco iba pasando de ilusionado a desilusionarse y cómo salía corriendo de la cueva.
Yo, preocupada porque no sabía a qué se debía esa reacción, lo seguí hasta la entrada donde pude observar cómo se sentaba apoyando en una roca y se echaba las manos a la cabeza.
Me dirigí hacia él y le coloqué mi mano sobre su hombro, Héctor poco  apoco giró la cabeza hacia mí y comenzó a contarme a qué se debía tal reacción.
-Todo este tiempo que he estado fuera y que no te he mandado ninguna carta ni nada es porque estaba controlando mis deseos de matar a todo el ser que se me cruzase- hizo una corta pero a la vez intensa pausa y continuó –Para controlar esto, me tenía que encadenar mientras otro compañero mío me mostraba seres vivos, ya muertos, y yo los tenía que observar y ver sin decir ni hacer nada. Como esto me desgastaba tanto, ver ahí las cadenas me ha hecho recordar y, la verdad, no me traen buenos recuerdos- Cuando terminó, sentí una gran tristeza, pero le eché una mirada sonriente y le dije –Lo pasado pasado está ahora vayamos a un lugar que sé que te alegrará mucho ver-
Héctor me respondió con otra cara sonriente y nos dirigimos al último lugar el cual, me apetecía más irme y mostrarle.
Cuando ya casi estábamos llegando, le tapé los ojos para conseguir así que fuera una sorpresa mayor.
Al detenernos frente a ella, le tapé los ojos y le señalé aquel edificio lleno de fantasía que tanto había deseado mostrarle.
Cuando lo vio, mostró la sonrisa más alegre que había visto nunca. Tras ésta, entró corriendo en la biblioteca y comenzó a mirar todos los estantes y a quedarse más y más asombrado con sus decoraciones sobre las paredes, el techo e incluso los estantes que hablaban.
Aunque hubiera muchos estantes, cuando iba a la biblioteca él siempre buscaba el estante de metalingüísticos para aprender más palabras y más significados.

Después de estar horas y horas metidos en la biblioteca, salimos hablando de todo lo que nos habíamos divertido introduciéndonos en mundos nuevos, aprendiendo palabras,… Pero entonces, al salir, me encontré con la persona que menos quería ver en este día… Richard.